
La tarde se cuela de través, una luz brumosa de lenta marcha ocupar su lugar; soñando, un perro mueve las patas, jugando a correr tras pelotas de colores que caen delante de él. La brisa mece ligeros recuerdos de niñez de niños que no se reconocen, imágenes de personas cruzan borrosas, tal que fotografías de larga exposición. Por la penumbra huye el tiempo, el tamiz es demasiado poroso, espectros familiares silenciosos como en un velatorio anticipado me rien cuentos malos. La tarde me lleva al trote, soy un pasajero liviano de peso, “I am a passenger, and I ride and I ride” asiente La Iguana despacio, con gesto. Sucede en una tarde cualquiera, de cualquier verano.
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